Claudio Fermín
La fluidez en las relaciones cotidianas con esos países y, más allá, el apoyo político a sus gobiernos, depende de la docilidad con la que admitan los mecanismos de intervención de las potencias. Si ofrecen resistencia y deciden proteger sus recursos naturales o diseñar estrategias económicas autónomas que conlleven, entre otros objetivos, a pago justo por sus materias primas, entonces las relaciones se tornan conflictivas.
Esos países poderosos no actúan de manera solitaria. La corporación, la empresa transnacional, ha servido para tejer acciones conjuntas de esas potencias en el mundo financiero y bancario, en las áreas energéticas y farmacéuticas, en el turismo y los negocios portuarios, en el transporte aeronáutico y, en general, en convenios y acuerdos comerciales entre estados que se suponen soberanos. En todas partes están los largos tentáculos de insaciables potencias que todo pretenden controlar.